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miércoles, 29 de febrero de 2012

transparencia



viernes, 24 de febrero de 2012

CONFIABILIDAD

En el mundo moderno, el concepto de Confiabilidad adquiere gran trascendencia. Confiabilidad es la "capacidad de un ítem de desempeñar una función requerida, en condiciones establecidas”. Habremos logrado la Confiabilidad requerida cuando el "ítem" hace lo que queremos que haga. Al decir "ítem" podemos referirnos a una máquina, a una planta industrial, a un proceso, a un rodado, a un sistema y también a una persona. La Confiabilidad impacta directamente sobre los Resultados de la Empresa, debiendo aplicarse no sólo a máquinas o equipos aislados sino a la totalidad de los procesos que integran la cadena de valor de la Organización.

Hace ya varias décadas se introdujo el concepto de “Calidad”. Inicialmente se entendía “calidad de un producto”. Ese concepto, rápidamente evolucionó al de “Calidad Total” aplicable a todos nuestros Productos, Servicios, Procesos y Sistemas. En efecto: La Empresa debe generar beneficios al corto, medio y largo plazo, y para ello debe satisfacer requerimientos de calidad de productos y servicios a los usuarios de los mismos, entendiendo por Calidad las propiedades de una cosa, que permiten apreciarla como igual, mejor o peor que cualquier otra de su misma especie. Este concepto es aplicable tanto a un producto, servicio, proceso o sistema. Entonces, ¿podemos aplicar el mismo concepto ampliado de Calidad, a la Confiabilidad en la Gestión? La respuesta es “SÍ”.

El ya antiguo concepto de “Confiabilidad en el Mantenimiento”, se fue transformando en “Confiabilidad en la Gestión de Activos”. Amplió notablemente el objetivo primario de optimizar la disponibilidad de Planta al mínimo costo. Hoy, Siglo XXI, comprendemos que la Gestión de Activos afecta a todos los aspectos de la efectividad del negocio: seguridad, integridad del medio ambiente, uso eficiente de recursos (humanos, materiales, energía), calidad del producto y servicio al cliente, todo con Costo-Eficacia.

Aprendimos que una reducción del costo de mantenimiento puede llevar a un aumento indeseable del costo de operación que supera la economía lograda. Esto sucede porque ante una reducción de costos de mantenimiento, inevitablemente se producen pérdidas de volumen de producción, pérdidas de calidad, costos adicionales por horas extraordinarias, la necesidad de efectuar re-trabajos, entre otros aspectos, que desde el punto de vista contable NO son imputados al Mantenimiento. Hasta hoy era difícil determinar cuál es el mantenimiento mínimo que necesariamente debe ser realizado, y cuáles son las consecuencias si éste no se realiza.

Hoy existe un Modelo de Gestión de Activos y Confiabilidad que, a través de herramientas específicas permiten lograr Costo-Eficacia. Todas las técnicas de última generación utilizadas al respecto, coinciden en “cambiar la forma de pensar”, aplicar una Metodología estructurada; capacitación; trabajo grupal; capacidad para implementar las acciones correctivas necesarias y un fuerte foco en los resultados.

Últimamente, quienes aplican correctamente estas técnicas con perseverancia y miden acertadamente los resultados, descubren que el concepto de CONFIABILIDAD es aun más amplio y puede, debe, ser expandido para transformarse en una verdadera filosofía abarcativa de toda la gestión!

EL SENTIDO DE TRABAJO

Una de las ocupaciones a las cuales el hombre le dedica más tiempo en su vida es al trabajo. Definimos el trabajo como aquella actividad en la cuál realizamos un quehacer significativo, en la cuál afianzamos nuestra identidad y que funciona como un espacio de “desarrollo existencial”.

Desde la teoría motivacional Frankliana se define al hombre como un buscador de sentido; por tanto es esperable y natural que el hombre encuentre y se pregunte por el sentido del trabajo que realiza.

Una palabra orientativa para reflexionar sobre el sentido que el hombre puede descubrir en su trabajo puede ser la palabra “Oportunidad”; el trabajo se presenta como una oportunidad en múltiples aspectos:

Es una oportunidad para dar algo de si mismo al mundo, de realizar valores de creación: “con este nombre ha dignificado Frankl casi todo el trabajo manual. Todo el esfuerzo físico que el hombre realiza en este mundo cuando tiene sentido y mediante él trasciende, se ha convertido en un valor. Amor, compromiso, solidaridad, todo eso aplicado a toda acción, la vuelve trascendente. Los valores de creación dejan al mundo que nos toca vivir mejor de lo que estaba. Por el hecho de haber nacido, el mundo nos pertenece, pero debemos hacernos dignos de él. Sólo existe un camino, la acción comprometida para contribuir con la creación de un mundo mejor”[1].

Es una oportunidad para que el hombre pueda elegir que quiere hacer y en el hacer “hacerse a sí mismo”: El trabajo es una oportunidad para elegir que quiere hacer en total uso de su libertad y con la consecuente responsabilidad sobre la tarea que asuma. Es una oportunidad para cuestionarse hacia dónde quiere dirigir su obrar mientras esté en este mundo. En el trabajo el hombre “hace” y en el hacer se “hace a sí mismo”. El trabajo se presenta como oportunidad para conocerse, descubrir sus talentos y capacidades además de sus limitaciones personales. Permite superar sus propios límites y hacer un aporte importante al mundo. El hombre tiene la capacidad de autoconfigurarse y el trabajo se presenta como un vehículo para poder realizarlo.

Es una oportunidad para relacionarnos con la comunidad y con la sociedad: es en relación a la comunidad donde el ser humano se trasciende a si mismo. “El trabajo puede representar, en particular, el espacio en el que la peculiaridad del individuo se enlaza con la comunidad, cobrando con ello su sentido y su valor (…) este sentido y este valor corresponde en cada caso a la obra (…) y no a la profesión concreta en cuanto a tal”[2]

Es una oportunidad para vivir valores y poner “a aprueba” nuestra jerarquía de valores: distintos valores (responsabilidad, compromiso, lealtad, generosidad, solidaridad entre otros) son vivenciados en nuestro trabajo y muchos de ellos son “puestos a prueba” en muchas de las decisiones que tomamos y en las tareas diarias que realizamos. “La dignidad del ser humano en parte radica en la capacidad de optar libremente por buscar y descubrir el sentido y el valor de las situaciones que va viviendo hasta hacer reales esos sentidos y establecer la jerarquía de sus valores”[3]. Debemos ser conscientes que detrás de cada acción que realizamos hay un sentido presente inherente a cada situación el cuál estamos llamados a descubrirlo. “Dar sentido al trabajo significa mucho más que finalizar una tarea para recibir una recompensa tangible como el dinero, la influencia, el estatus o el prestigio. Comprometiéndonos con valores y objetivos que pueden parecer intangibles, pero que son, sin embargo ¨reales¨ y significativos, honramos nuestras necesidades más profundas”[4]

Es una oportunidad para erigir día a día nuestro proyecto de vida: que este “quehacer” significativo permita construir diariamente acciones que sean acordes y coherentes con nuestro proyecto y misión de vida. El sentido de la vida lo descubre cada ser humano y aprende a responder a la vida antes que a preguntarle. El modo en que el hombre responde a la vida es con su propia conducta, con la dimensión del hacer, del ofrecer, del entregarse o del crear. El modo de responder es concreto, cotidiano y en el contexto de mi ser responsable y libre.

Es una oportunidad para poder reflexionar sobre la tríada: SER-HACER-TENER. Poder reconocer en cuál dimensión vive más frecuentemente y cuál de ellas es la que quiere desarrollar por medio del trabajo. En el trabajo: ¿Busco Ser? ¿Busco tener? ¿Busco hacer sin saber para qué? ¿Busco ser en lo que elijo hacer? ¿Es el trabajo únicamente un medio para tener? ¿qué significa para mí tener?. Estas preguntas invitan también a detenernos a pensar en cómo vivimos el trabajo, si como un medio o como un fin y en pensar a nuestro ser unido a nuestro quehacer cotidiano: ¿qué y cómo me siento al trabajar así?

Es una oportunidad de vivir mi libertad y mi responsabilidad, en los roles, tareas y funciones inherentes a mi trabajo.

Es una oportunidad para amar: “También se puede descubrir que el amor no es sólo el amor que se recibe, sino el amor que se da. Pareciera que el mundo del hacer, de los objetos no puede ser un consuelo equiparable al amor de los seres queridos y en cierta forma así lo es. El mundo del hacer es una forma de amar, de dar, de darse, pues para eso es la vida en última instancia “ser para los demás”. Se es para los demás a través de las obras de cada día (auto trascendencia)…”[5]

Es una oportunidad para generar nuevos vínculos en formas variadas. Al estar en contacto con otras personas el trabajo le da la posibilidad de generar nuevos vínculos de amistad y fraternidad, encontrar grupos de pertenencia dándose la posibilidad de compartir de manera grupal tanto valores de creación como de experiencia.

Es una oportunidad para vivenciar la capacidad que tiene el hombre de ser libre de elegir la actitud con la que vive todo lo que le sucede: la última libertad que puede arrebatársele al hombre es la elección de la actitud personal ante las circunstancias que le tocan vivir. El trabajo se presenta como un escenario posible para el despliegue de los valores actitudinales. Nuestra capacidad de afrontar las cosas y nuestra resistencia personal se ponen a prueba, muchas veces, en el ámbito laboral. La responsabilidad de saber que podemos elegir con qué actitud responder descansa en cada uno de nosotros.

Es una oportunidad para el despliegue de la creatividad: la creatividad es una herramienta con la que podemos enriquecer y así optimizar nuestro trabajo diario. “No es un fin en sí misma, es un instrumento para buscar el sentido en cada momento y circunstancia de vida. Este instrumento que es flexible, fluído, intuitivo, ocurrente, puede afrontar hasta los momentos más rugosos de la existencia humana.”[6]

Es una oportunidad para el despliegue de la autotrascendencia: el ser humano es un ser abierto al mundo. Esta apertura del ser humano hace referencia a lo que Frankl denomina “autotrascendencia” del ser humano: “Llegué a comprender que el primordial hecho antropológico humano es estar siempre dirigido o apuntando a algo a alguien distinto de uno mismo: hacia un sentido que cumplir u otro ser humano que encontrar, una causa a la cual servir o una persona que amar. Tan solo en la medida en que alguien vive esta autotrascendencia de la existencia humana, es auténticamente humano o deviene auténticamente él mismo. Y deviene así no preocupándose por la realización de sí mismo, sino olvidándose de sí mismo, concentrándose en algo o en alguien fuera de sí mismo”[7].

Es una oportunidad para autorrealizarse y para ser feliz: “mientras los valores creadores o su realización ocupan el primer plano en la misión de la vida del hombre, el campo de su realización concreta, coincide, en general, con el del trabajo profesional. El trabajo puede representar, en particular, el espacio en que el individuo se enlaza con la comunidad, colaborando con ello su sentido y su valor. Sin embargo, este sentido y ese valor corresponde en cada caso, a la obra (como una obra en función de la comunidad) y no a la profesión concreta en cuanto tal. No es, por tanto, una profesión determinada la que da al hombre la posibilidad de realizarse. En este sentido, podemos decir que ninguna profesión hace al hombre feliz. Cuando la profesión concreta que se ejerce no produce en el hombre un sentimiento de satisfacción, no debe culparse de ello a la profesión, sino al hombre mismo. No es la profesión de por sí la que hace a quien la ejerce irremplazable e insustituible; le da, simplemente la posibilidad de ello”[8]

Es una oportunidad para comprender que existe una diferencia simbólica y valorativa del trabajo entre el hombre y la mujer: El hombre vivencia el trabajo de manera más competitiva, ocupa la mayor parte de su espacio vital, le genera vivencias de importancia y de utilidad, mide el éxito del trabajo en función al status, cargo y sueldo que tenga. La mujer vivencia el trabajo de manera más amistosa, es para ella una oportunidad para ensanchar su espacio vital, su éxito está medido en cuestiones vivenciales de confort (buen clima, cordialidad, amistades) y ocupa, por lo general, un segundo lugar entre las actividades que tiene que realizar.

Es una oportunidad para encontrar sentido a nuestra vida: “En nuestro empleo, todos podemos elegir entre buscarle activamente sentido a nuestro trabajo o verlo como algo exterior a la vida ¨real¨. Si escogemos lo segundo, nos arrebatamos a nosotros mismos una parte enorme de la experiencia vital. Y aunque pensemos que odiamos nuestro trabajo, si nos detenemos lo suficiente para conectar, por dentro y por fuera, con nuestra más amplia relación con el sentido, recibiremos recompensas”.[9]

El trabajo funciona como un espacio de desarrollo existencial; “es un compromiso de la persona en su existencia personal, una forma de respuesta en el compromiso que es la vida”[10].

La vida espera algo de nosotros y el trabajo es uno de los lugares en dónde nosotros podemos responderle con compromiso y gratitud por todo lo que, desde el trabajo, puede darle sentido a nuestra vida.

viernes, 17 de febrero de 2012

BUENOS MODALES

¿Qué son los Buenos Modales?
Los Buenos modales son la expresión de lo mejor que cada uno tiene en su corazón para dar a los otros. ¿Bondad o egoísmo? No es simple romanticismo o cursilería. Los buenos modales verdaderamente expresan el nivel de conciencia que tenemos hacia la dignidad de los demás.

Es por esto que es importante
Aprender a sonreír, independientemente de tu temperamento.
Tener el hábito de saludar, independientemente de tu posición en la empresa.
Vigilar el tono de tus palabras para no ofender al otro.
Ser consciente del daño que hacen las malas palabras.
Ser conscientes de que los gritos deben evitarse al comunicarse con la pareja y los hijos.
Cuando hay necesidad de llamar la atención o discutir es necesario recordar que queremos integrar no desintegrar.
Ser consciente que las carcajadas en una mujer la hacen parecer vulgar. Se puede reír con muchas ganas sin necesidad de hacer escándalo.
Saber comportarse al tomar los alimentos.
Cuando una mujer decide desarrollar y perfeccionar la cultura de los buenos modales para enriquecer su personalidad y así enriquecer a los otros, está trabajando en todas las áreas de su vida.

Los Buenos Modales en la dimensión física
Porque estarás preocupada por aprender e ir en la búsqueda de un estilo personal tuyo que abarcará las piezas de tu guardarropa, maquillaje y peinado. Ese estilo tiene que expresar la verdadera tú, tus valores, así como tus ambiciones profesionales.

Los Buenos Modales en la dimensión humana
Cuando, por ejemplo, nos decidimos a tomar unas clases de etiqueta para aprender el uso y manejo de los cubiertos, estarás aumentando la confianza en ti misma ya que ante el conocimiento de lo que es correcto y de lo que es incorrecto, te manejaras con mayor soltura. Aprender a poner una mesa, así como tener el conocimiento básico de los principales vinos y bebidas es importante independientemente de tu posición social.

Los Buenos Modales en la dimensión espiritual
No es lo mismo saludar con la alegría de saber que vas a un encuentro con otros, a saludar por que es una costumbre. La verdadera relación con los otros se construye desde las potencias espirituales y requiere de un esfuerzo interior para hacer de un saludo simple, aparentemente, una canción de bienvenida para los otros.

Esto requiere, que haya en efecto reservas, combustible, abono. Me refiero a que la vida interior, añade un velo especial al alma de una mujer. Te hace más sensible, más cálida, más humana. El corazón se vuelve frondoso, y ansioso por crear nuevas formas de relacionarse con los otros.

Por último, un consejo que no estará de más. Los buenos modales se demuestran en gestos, igual que en palabras y hechos. Su distintivo es la sonrisa. El poeta Horacio lo decía: "Nada impide decir la verdad sonriendo". Piénsalo.

martes, 14 de febrero de 2012

Protocolo laboral. Reuniones de negocios. Buenos modales y guía de comportamiento.

Las nuevas tecnologías están empezando a hacer mella en las reuniones de negocios, pudiendo participar, en algunas de ellas, por medio de sistemas de multi-conferencia o video-conferencia. No obstante, las reuniones presenciales, siguen siendo las más habituales.

Amén de llevar un vestuario adecuado para la ocasión y, cómo no, ser puntuales, hay algunas cuestiones básicas que debemos tener en cuenta cuando participamos en una reunión.

1. Hay que saber escuchar. Las cuestiones tratadas en las reuniones, pueden ser más o menos interesantes pero debemos aprender a escuchar a todo el mundo.

2. Atención. No solo con escuchar es suficiente. Hay que prestar atención y no hacer otra cosa a la vez. Hablar por el móvil, mirar por la ventana, leer el periódico, un libro, etc. Es una falta de respeto no atender a las explicaciones o exposiciones de los demás.

3. Saber hablar. Cuando hablamos debemos tener en cuenta que hay que mirar a los ojos de los demás (nada de hablar para nuestra corbata), hay que hacerlo de forma clara, con un tono de voz adecuado y valorando el tiempo de los demás, por lo que no debemos pararnos en detalles poco importantes o significativos.

4. Preguntar. Las preguntas deben tener relación con los temas tratados. Hay que dejar que las personas acaben sus explicaciones y dejar acabar las intervenciones de los demás. Si hay interrupciones, deberán ser justificadas.

5. Tiempo. Las reuniones suelen tener una duración prefijada de antemano. Hay que medir bien el tiempo y evitar alargar las reuniones más allá del tiempo establecido. Los horarios están para cumplirlos.

6. Discusiones. Las diferencias, que suele haberlas, deberán ser tratadas con el máximo respeto y educación. Nada de voces, imposiciones o "espantadas" (abandonar la reunión de forma airada). Las cosas se hablan y se discuten, pero siempre en buenos términos.

7. Ausentarse. Abandonar una reunión sin haberla finalizado solo puede hacerse por razones muy importantes o de fuerza mayor. No es correcto dejar la reunión por cuestiones cotidianas. En tal caso, se puede pedir un "receso" y tomar unos minutos para resolver algún problema puntual. Si es importante, se puede solicitar un aplazamiento de la reunión.

8. Conversaciones. En los tiempos "muertos" o pausas, las conversaciones no deben entrar en temas polémicos que puedan dar lugar a discusiones. Temas sobre religión, política, preguntas personales, etc. deberían ser ignorados. Si llega el caso, puede dar respuestas poco comprometidas. No se decante por ninguna opción en concreto. Muchas de estas opiniones pertenecen al ámbito privado de las personas.

9. Respeto. Las formas no se deben perder en ningún momento. Vaya como vaya la reunión hay que mantenerse en su sitio. No es mejor negociador siendo un grosero.

10. Educación. Saludar al llegar y al despedirse; pedir la palabra de forma educada; solicitar las cosas, por favor; dar las gracias, etc. son cuestiones a tener en cuenta para una relación cordial y fluida con el resto de participantes.

Una reunión de trabajo no es un campo de batalla, sino un punto de encuentro. Pueden darse posturas o puntos de vista diferentes, pero no por ello debemos crear un clima de hostilidad. Los comportamientos negativos u hostiles no facilitan las relaciones ni ayudan a la consecución de los fines para los que se realizan las reuniones.

domingo, 5 de febrero de 2012

ETICA PERSONAL Y PROFESIONAL

Ética: Ciencia que estudia la bondad o maldad de los actos humanos.

Con esta definición tenemos que la Ética posee dos aspectos, uno de carácter científico y otro de carácter racional. El carácter científico que da fundamentado en que la ética es una ciencia; la ciencia es un paradigma fundamentado, paradigma porque establece un modelo universal o patrón de comportamiento de la realidad y nos puede decir como se va a comportar dicha realidad, o sea que la ciencia puede predecir el comportamiento de un objeto debido a que proporciona el modelo bajo el cual actúa, así pues la ciencia nos “indica” como “debe” actuar un objeto. Es fundamentado ya que utiliza el método científico, que es el encargado de corroborar por todos los medios posibles la adecuación del modelo con la realidad. Recordemos que el modelo inicial que propone la ciencia es una hipótesis y que gracias al método científico, la hipótesis puede comprobarse y en ese momento se trata ya de un modelo fundamentado. En fin el carácter científico de la ética queda fundamentado en virtud de que esta disciplina presenta un paradigma de conducta valiosa que el hombre debe realizar. El carácter racional viene por el uso de la razón. La ética no es una ciencia experimental, sino racional ya que fundamenta sus modelos éticos por medio de la razón. Ésta razón nos proporciona causas, razones, el porqué de la bondad en una conducta realizada.

Con todo esto se puede decir que a la Ética le concierne proporcionar las razones por las que ciertas conductas son buenas y por lo tanto dignas de realizarse, también de argumentar en contra de conductas malas como el homicidio, la drogadicción, el engaño, el robo, etc.

Ética personal:

Es la decisión que uno como individuo o como persona realiza para escoger la opción buena o la opción mala, de acuerdo a los valores y la formación de cada persona.

Ética profesional:

La profesión puede definirse como “la actividad personal, puesta de una manera estable y honrada al servicio de los demás y en beneficio propio, a impulsos de la propia vocación y con la dignidad que corresponde a la persona humana”.

En virtud de su profesión, el sujeto ocupa una situación que le confiere deberes y derechos especiales, como se verá:

La Vocación. La elección de la profesión debe ser completamente libre. Quien elige de acuerdo a su propia vocación tiene garantizada ya la mitad de su éxito en su trabajo. }



Finalidad de la Profesión. La finalidad del trabajo profesional es el bien común. La capacitación que se requiere para ejercer este trabajo, está siempre orientada a un mejor rendimiento dentro de las actividades especializadas para el beneficio de la sociedad.

El Propio beneficio. Lo ideal es tomar en cuenta el agrado y utilidad de la profesión; y si no se insiste tanto en este aspecto, es porque todo el mundo se inclina por naturaleza a la consideración de su provecho personal, gracias a su profesión.

Capacidad profesional. Un profesional debe ofrecer una preparación especial en triple sentido: capacidad intelectual, capacidad moral y capacidad física.

La capacidad intelectual consiste en el conjunto de conocimientos que dentro de su profesión, lo hacen apto para desarrollar trabajos especializados.

La capacidad moral es el valor del profesional como persona, lo cual da una dignidad, seriedad y nobleza a su trabajo, digna del aprecio de todo el que encuentra.

La capacidad física se refiere principalmente a la salud y a las cualidades corpóreas, que siempre es necesario cultivar, como buenos instrumentos de la actividad humana.

Los Deberes Profesionales. Es bueno considerar ciertos deberes típicos en todo profesional. El secreto profesional es uno de estos, este le dice al profesionista que no tiene derecho de divulgar información que le fue confiada para poder llevar a cabo su labor, esto se hace con el fin de no perjudicar al cliente o para evitar graves daños a terceros. El profesional también debe propiciar la asociación de los miembros de su especialidad. La solidaridad es uno de los medios más eficaces para incrementar la calidad del nivel intelectual y moral de los asociados. En fin al profesional se le exige especialmente actuar de acuerdo con la moral establecida.